Perdimos.

¿Alguna vez te paraste a pensar en lo que perderíamos los dos?
Llegó el momento en que hubo que decir adiós, quizá no de la mejor manera posible, pero sí de una manera firme. 
O al menos eso queremos creer. 

Pasamos muchas noches a oscuras, tú durmiendo acurrucada junto a mí, yo contando los dibujos que formaban los lunares de tu espalda.
Todas esas horas que pasábamos juntos, sin decirnos nada, simplemente riendo a carcajadas por cualquier tontería que se nos ocurriese. 
Como aquélla noche que bailamos mientras hacíamos tortitas...
Todo iba pasando sin darnos cuenta, pues mientras éramos dos jóvenes felices, el destino nos tenía definido un final cruel. 
No había acción que no llevase aparejada una reacción. Unas veces buena, otras no tanto. 
Perdimos el tiempo discutiendo por tonterías, en lugar de aprovechar aquéllas noches de verano en las que nos sobraba todo lo demás. Ya no la ropa, sino las palabras, incluso las sonrisas. Mi todo era tu mirada, el tuyo mi compañía.
Fueron muchos y buenos momentos, ya estuviesen iluminados con la tenue luz de las velas o apagados bajo la más fiel oscuridad de tus sábanas. 

Hoy se dice que no se pierde, sino que se aprende. Bueno, al fin y al cabo no son más que opiniones...

Tu seguiste tu camino, yo hice mío. Sin mensajes, ni llamadas, ni siquiera la última conexión a las 03:00 de la mañana. 
Todo era ya distinto, no había más que recuerdos almacenados por días, algunos de golpe y otros con cuentagotas. 
Todo estaba dicho ya, una triste despedida. Tu mandabas recuerdos tuyos con terceras personas, yo te veía en toda cara femenina que me cruzaba. 

Por todo aquéllo que no nos dijimos, por todos los buenos momentos que pasamos el uno junto al otro. 

Ahora sólo queda pensar, si es que aún veis las cenizas.